Tania Rubio: “El oído no es exclusivo de los seres humanos, es importante salir de esta noción egocentrista”

Myrna Armenta Ruiz
7 min readNov 18, 2020

Publicado previamente en Maremoto Maristain

Es muy joven y se define como una compositora de música contemporánea y artista sonora transdisciplinar. Es sin duda una inquieta exploradora del sonido en general y más aún de los que oscilan en el campo, donde actualmente intenta descifrar cómo se comunican los animales para crear piezas donde hay arte, ciencia, instalaciones o teatro musical.

Tania Rubio podría ser una criatura de ojos verdes penetrantes que emigra de un ecosistema a otro buscando no desequilibrarlo, que escucha atenta el entorno sin dejar de registrar todo a su paso para memorizar cada paisaje.

Nació en la Ciudad de México en 1987. Su madre quería que fuera pianista y la inscribió en múltiples clases de arte. Su padre amaba el rock, lo que la llevó en la adolescencia a querer ser baterista del género. Le gustaba el metal y las percusiones.

Estudió composición en la Facultad de Música de la Universidad Autónoma de México (UNAM), pero su búsqueda la llevó a indagar en corrientes más experimentales fuera de la academia, como el arte sonoro, expresión que estaba un tanto al margen en su generación.

Su interés por las culturas ancestrales, temáticas recurrentes en su trabajo, la incentivaron a cursar estudios de posgrado en Buenos Aires, Argentina, donde pudo mezclar la creación musical con las tecnologías y las artes tradicionales; además de una especialización en Teatro de objetos y nuevos medios en la Universidad de las Artes de ese país.

El ecocidio capitalista, el automatismo de las urbes, la cosmovisión de culturas prehispánicas, la comunicación entre especies, son temas que desarrolla en sus piezas conceptuales y para crearlas, se nutre de obras poéticas, antropológicas, de la biología, el psicoanálisis o las artes visuales.

Tania vive de la música, ha ganado concursos, becas y residencias internacionales; su obra se ha presentado en México, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, Francia, España, Inglaterra, Alemania y Suiza.

Dice que ha luchado mucho para vivir dignamente del arte porque tampoco nació en una familia acomodada y que el rechazo a su música cuando empezaba, no fue por ser mujer, sino porque eran creaciones poco convencionales en aquel tiempo.

Antes de la pandemia estudiaba un Doctorado en Composición en Linz, Austria, pero tuvo que regresar en medio de deudas y la paralización de actividades. Vive en un pueblo pequeño de Morelos, lejos del bullicio citadino, e insiste en que escuchar es una gran puerta para aprender sobre todo y un don que hemos perdido en medio de la saturación informativa, el ruido y nuestro antropocentrismo.

“El oído no es exclusivo de los seres humanos, es importante salir de esta noción egocentrista de que el ser humano es lo más importante, porque no somos el centro de nada y no entendemos nada, justo esta parte de no entender nada tiene que ver con la falta de sensibilidad y de escucha, porque el sonido más allá de una apreciación estética es comunicación…justo si (el oído) está abierto todo el tiempo, por qué no desarrollar distintas capas de percepción auditiva, y lo que hacemos es sobresaturarlo y tornarnos sordos, no querer escuchar”, afirma desde su pantalla para esta entrevista.

El inicio y las residencias en otros países

Cuando cursaba la licenciatura en la UNAM, se metió a todas las clases de composición que pudo, pero fueron tres maestros en particular los que le ayudaron a encontrar su propia voz.

“Fue Julio Estrada que tiene una manera muy particular de enseñar composición, un método riguroso para traducir tu imaginario en una partitura; otro fue Ulises Ramírez, que es más conservador, pero a pesar de eso, hablaba de una búsqueda hacia el interior, dejar que la música te hable. Más adelante, Manuel Rocha me dio todo este bagaje del arte sonoro y la experimentación, ahí fue cuando descubrí que todo lo que hacía jugando, realmente existía en el arte y empecé a conocer un montón de artistas y corrientes estéticas”, recuerda.

Sobre sus estudios y residencias artísticas en otros países, comenta en especial su estancia durante cinco años en Buenos Aires, donde le parecía que había un movimiento cultural muy importante durante el gobierno de los Kirchner. Ahí cursó dos posgrados que han sido claves en su interés por cohesionar la música con la tecnología y profundizar en las culturas de América Latina.

“En Buenos Aires como que hay una consciencia de la escucha y en México estamos acostumbrados a que la música es de fondo y así, pero también creo que perdí el panorama vivencial de la música contemporánea al vivir muchos años fuera. Ha cambiado muchísimo, hay mucha gente haciendo experimentación y ensambles. En los últimos diez años avanzó mucho, hay festivales, antes de la pandemia había un concierto tras otro”.

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Dice que en países europeos, al menos en Europa central, parecen haber superado el tema de la desigualdad entre géneros, pues hay muchísimas mujeres, discusiones sobre cuántas deben estar en festivales, más plazas de trabajo y la exigencia de la cuota del 50 y 50 por ciento.

En torno a la música experimental, “…allá no hay una tendencia a separar el arte sonoro de la composición contemporánea, existe una diversidad de propuestas donde se vincula todo: tecnología, artes escénicas, arte sonoro, música de cámara”, señala.

Ante la pregunta de cuántas mujeres hay actualmente en México haciendo lo que ella, se ríe antes de contar una anécdota en redes. “No era tan consciente de este tema, yo me creía feminista. En el facebook lancé una pregunta hasta naíf sobre si les interesaba dialogar sobre perspectivas de género en la composición actual y salió una red de compositoras latinoamericanas. Yo pensé que íbamos a ser tres personas, pero resulta que somos más de doscientas. Para mí fue un balde de agua fría la cantidad y todo el panorama, del cual no tenía idea”.

Aterrizando en el país, asegura que hay muchísimas mujeres haciendo arte sonoro, que provienen más de las artes visuales donde la mayoría no estudió composición y que tampoco están muy interesadas. Pero aclara que aunque a ella le atraen ambas: “la historia de la composición, escribir partituras para intérpretes y trabajar múltiples parámetros”, tampoco hace separaciones, “creo que actualmente es súper abierto, no es necesario una catalogación, cuando está bien la obra, habla por sí misma”.

Música, tecnología y culturas ancestrales

En muchas de sus obras hay un intento por rescatar ritos ancestrales para reflexionar sobre temas que siguen siendo actuales, también ha creado artefactos sonoros con figuras prehispánicas que utiliza en sus piezas. Su interés por estos temas comenzó de forma paralela al leer sobre la brutalidad de la colonización y al no reflejarse del todo en las composiciones clásicas universales.

“Soy fanática de Bach, Mahler, Beethoven, Schubert, Debussy, pero al mismo tiempo había una separación, donde decía, los admiro pero no es una música donde yo no me reconozca o me encuentre. Entonces tenía un conflicto, porque eso era lo que me enseñaban, era como lo que debía hacer, pero luego ves tu cotidianidad y encuentras una diversidad musical, las cumbias, el rock, el organillero…luego empecé a leer sobre la colonización, los navíos negreros y todas estas formas que tenían para que olvidáramos nuestra identidad. Para mí fue muy fuerte. Al estudiar las culturas te das cuenta que fuera de los instrumentos, más bien artefactos, no hay un legado musical, nadie sabe cómo sonaba la música prehispánica, y justo es una puerta enorme a la imaginación, porque están los vestigios pero no hay una técnica, justo es una gran puerta a la experimentación”.

Sobre si estas manifestaciones sólo las pueden entender grupos pequeños, gente más vanguardista, Tania explica que siempre ha buscado sus espacios y ha hecho lo que quiere, que no comparte que el arte deba ser elitista y que no se siente parte del mainstream de la experimentación.

“El nicho de los que hacen arte sonoro está en la Ciudad de México, por ejemplo, pero a mí nunca me ha gustado el centralismo, lo primero que hice fue huir, aunque sí he estado en el Arte Alameda, en el Ex Teresa… pero también organicé algo en el Jardín Borda (Cuernavaca). En el cuarto año del Festival Revueltas Sonoras vinieron artistas de Suecia, México y Argentina. La idea es abrir espacios donde no hay…También he trabajado con niños de la calle, con discapacidad, gente de la tercera edad y todo bien, mi experiencia es que si tú te abres, la gente es receptiva”.

–¿Cómo te ha ido en esta larga cuarentena y en qué proyecto estás trabajando?

–Ha sido difícil, he pasado por todos los estados de ánimo… por otro lado tengo trabajo, estoy haciendo muchas cosas que me encargaron, voy a dar talleres; también estoy trabajando en un proyecto sobre las aves que existen entre Morelos y Ciudad de México y lo voy a vincular con Beethoven. Actualmente mi tema de investigación es la biomúsica, la intersección entre el arte y la ciencia.

Relata que a ratos se siente deprimida por la inconsciencia que prevalece en torno al daño que le hacemos a la naturaleza, que no la escuchamos aun con los golpes asestados por el coronavirus en el mundo.

“Estamos en un momento ecológico crítico, para mí escuchar es aprender a respetar, a entender un poquito el mundo donde vivimos… lo compartimos con muchísimas especies a las que el ser humano les tiene miedo, desprecio; se las come pero no quiere verlas, es parte de este mundo consumista donde todo es rápido, donde abres el refrigerador y ahí está la comida empaquetada”, opina algo desalentada pero luego se recupera y comienza a describir sus proyectos y encargos, pues los sonidos siguen vibrando, llamándola.

https://www.youtube.com/watch?v=X9dPdJL9NJQ&feature=emb_title

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Myrna Armenta Ruiz

Blog de periodismo cultural, social, musical. Dolencias existenciales, historias, reflexiones, cavilaciones.